"Cada día se hace más necesario, dada la realidad de nuestra sociedad, que el colegio católico sea una verdadera comunidad, animada por el Espíritu Santo, un cuerpo apostólico en el que la mayoría de los miembros, con diversidad de funciones, se sientan compartiendo una misma misión, caminando en dirección a un mismo ideal, corresponsables de la marcha del colegio. “Nuestros centros educativos católicos no son simplemente “instituciones”, establecimientos que prestan un servicio educativo, ni “empresas comerciales” con sentido social. Son mucho más. Son “comunidades educativas” que son un reflejo del misterio de comunión que es la Iglesia de Cristo172. Las relaciones entre los distintos miembros que forman la comunidad educativa están más fundamentadas en el apoyo mutuo que en la competencia. Un colegio educa, sobre todo, a través del contexto de vida, del clima familiar y acogedor que se respire, de las relaciones interpersonales de calidad, del esmerado cuidado con que los educadores atienden y responden a las necesidades de los alumnos. Educar para la comunidad implica crecer y realizarse en solidaridad con los otros, vivir las actitudes básicas del servicio, el perdón, la acogida, el saber compartir con los demás lo que se es y se vive. Asimismo comprometerse con la creación de una sociedad más humana, más justa, más amable, más feliz, más dichosa”. (MME N°102).

A través de un espacio lúdico, del compartir fraterno y del diálogo como eje principal de nuestra actividad visualizamos un DEC participativo desde los ejes de respeto, oportunidades y corresponsabilidad, desafiándonos a promover espacios que sean claro anuncio de la Buena Nueva y de la misión de escuela evangelizadora que declaramos.