Fue una hora y media emotiva; una ocasión sin par que nos permitió encontrarnos con Él en medio de nuestra propia naturaleza; el viento que nos acompañó en todo momento, a ratos soplaba muy fuerte, como queriéndonos recordarnos en la intimidad de cada uno que nada somos sin Él, que a Él nos debemos, que por Él somos.

En el tenor de este Vía Crucis, hubo ocasión para homenajear a cada una de nuestra madres, haciéndolo paralelamente al reconocimiento de la mujer que se entregó con todo a la Misión que le encargó Dios: ser la Madre de Jesús, el unigénito. Y junto a las mamás, recordamos a las mujeres disminuidas, pasadas a llevar, golpeadas, abusadas, maltratadas, muertas... a manos de la injusticia, de la ceguera de la pasión, el egoísmo, la ira, los celos, la falta de educación... Un Vía Crucis expeiencial, que nos deja preparado el corazón para vivir más y mejor esta nueva Semana Santa en que recordamos la entrega de Jesús por nosotros.

Una vivencia más de nuestra Comunidad Educativa que quiere vivir la experiencia educativa al Servicio de Dios, como una Colegio en Pastoral, preparándose para experimentarla ahora con los alumnos desde Prekínder a Cuarto Medio y con el casi medio millar de jóvenes que se reúnen este año en el IRA en torno a esta celebración santa juvenil.