Las lecturas de este domingo nos enseñaron sobre la resurrección desde la perspectiva de la resurrección como vuelta a casa, la resurrección como perdón, la resurrección como recepción del Espíritu y la resurrección como reencuentro. Nos decía nuestro capellán Felipe, parafraseando los textos bíblicos que nos propone la Iglesia para hoy, que el espíritu es lo que Dios pone en nosotros, lo divino que hay en cada uno. Por eso se explica que “estar en el espíritu y no estar en la carne” es vivir desde Dios y para Dios, y no desde las solas fuerzas humanas. Resucitar, por tanto, es recibir el Espíritu divino de modo que nuestros cuerpos mortales participen de la vida divina. Jesús, la Resurrección y la Vida, posibilita el reencuentro con los seres queridos. Amar es decir: “Tú no morirás”.

Una Eucaristía diferente a todas luces, que nos motiva con la presencia de niños y jóvenes, pues el salón se vio engalanado con presencia de los Primeros Básicos y de los Cuartos Medios, junto a sus profesores. Especial realce se logró en el momento de la Consagración, en que el Padre Felipe llamó a los niños y niñas presentes a rodear el altar y con una explicación muy para sus edades, oró pidiendo a Dios que convirtiera el pan en su cuerpo y el vino en su sangre. Esto hizo que los adultos presentes lograran emocionarse, recordando las palabras del mismísimo Jesús:, entrañables "Dejad que los niños vengan a Mí". Un contraste muy bonito entre los más pequeños y los de Cuarto Medio, que nos dejó la vivencia de una excelente Misa con momentos notables.

El regalo que nos hace el Padre es la motivación que recibieron los de Cuarto, para trabajar pastoralmente con los de Primero, una verdadera muestra del concepto de familia que surge de Él, sin duda. Fue una muy buena motivación para celebrar el próximo domingo la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, en medio de vítores y palmas.